
NO TAN DE PALO
De alguna forma esta anécdota podría relativizar la afirmación anterior de un público viendo cine en un lugar que no es propiamente suyo, y sin duda alguna la experiencia del estadio asegurar que no importa quién pagó o a quién pertenezca el lugar, la grandeza del famoso ritual de ir al cine radica en que por lo menos en el tiempo que dura la película el espectador se apropia colectivamente de ese espacio, ya sea con gestos, risas, el famoso "noooo" sorpresivo, el pop que cae sobre las cabezas y el usual aplauso final que asegura a un emisor inexistente si estuvo buena o no la película.
Quizá esto tenga mucho que ver con lo que ya veníamos hablando de el ritual de ir al cine. Cuando hablamos de este ritual, es porque pretendemos entender aquello que diferencia ver cine solo en casa que verlo con un grupo de personas que probablemente no conocemos en un lugar que no es propiamente nuestro. Claro que la idea de varias personas en una misma proyección tiene que ver en su origen con una necesidad de rentabilidad del cine. La invención de Thomas Edison: el cinetoscópio fue un instrumento de proyección interna cuyas imágenes solo podían ser vistas por una persona a la vez. Este invento fue inmediatamente superado por el cinematógrafo de los hermanos Lumière que permitió el nacimiento de las salas de cine.
Aquí entonces un paréntesis para una historia divertida y supuestamente real.
No hay datos que lo comprueben pero cuentan por ahí que durante la primera proyección al público en general con la película de los Lumière "L'arrivée d'un train à la Ciotat" (La llegada de un tren a la estación de la Ciotat), en el momento que aparece la escena del tren llegando, todos los presentes en la sala comenzaron a salir corriendo pensando que el tren iba a atropellarlos.
No podemos dejar de destacar a aquellos que en las décadas del sesenta sacaron jugo a esta idea colectiva de mirar películas y lo tradujeron a la realidad en cineclubs y cines debates. Estos eran espacios para el debate, el cine era algo que tenía que ser pensado, tanto por el realizador como por el espectador y claro, el debate requería varias cabezas y una buena película inspiraba un sentimiento liberador.
Fuera de todo análisis formal Los amantes no sentimos contentos. Sabemos que no existe cine sin público, y este la mayoría de las veces es humanamente olvidado, la industria nos llena de películas vacías y nos obliga a mirarlas en lugares donde uno tampoco tiene mucha opción de opinión. Si, la película no es ningún ente sagrado, la película esta hecha para ser vista, para ser criticada, para abuchearla, para reirla, para aplaudirla y hasta para modificarla. Y todo esto es una tarea que no concierne a un solo hombre, ni a un canal de tv ni a una familia, esto solo lo puede el público, el gran público.
Lo maravilloso de juntar cine y fútbol no fue ni la pantalla grande, ni el lindo viento y la bella luna, ni dos pasiones como es el arte y el deporte, sino juntar tribuna y butaca. Durante la exhibición de Maracaná el sentimiento del tribuna y el de butaca se intercalaban permanentemente y hasta se complementaban. El público brilló aún más que este oportunista documental. Y no sé si porque estábamos en el estadio, pero nos dimos el lujo de expresar y defender nuestros intereses: "A mi que carajo me importan los premios" "Sacáme la publicidad" "Viva Uruguay". Aclamar a los grandes, respetar la película y hasta hacer callar a los desubicados de la noche de cine. Disculpanos Obdulio, nosotros también te queremos pero esta vez, en el estadio comprobamos que los de afuera, no son de palo.
En la noche del miércoles 12 del mes de marzo se exhibió, en forma de "avant premiere" el nuevo documental uruguayo Maracaná. A demás de tratar sobre un tema destacado en las conversaciones de todos nosotros, esta historia del famoso maracanazo se proyectó en el estadio centenario.
Claro que sabemos que participamos de una gran movida marketinera: película sobre fútbol exhibida en el estadio sobre el triunfo uruguayo en el mundial del cincuenta y en el mismo año donde se vuelve a jugar el mundial en Brasil. Fuimos partícipes de una ceremonia previa donde se entregaron premios, se hicieron chistes y hasta se nombró a Paco Casal en buenos términos. En un momento verificamos la entrada para corroborar que realmente estábamos en el estreno de Maracaná y no en una kermesse de las figurillas uruguayas, pero cuando se apagaron las luces, y fueron la luna, el hospital del clínicas y la gran pantalla las que iluminaban el estadio, los amantes contentos nos acomodamos en las tribunas a ver cine, sí, cine, una vez más, en el estadio centenario.