
El Encanto de la Desolación
Sobre el Lobo del Wall Street, los personajes de Scorsese y la cocaína.
A PROPÓSITO DE:
El Lobo
del Wall
Street
destinado al fracaso”. De otra forma el destino sería la destrucción, por gestión propia o externa.
Pero Scorsese hace algo más con esta historia y es en el final. La historia real de este hombre Belfort, es que ahora vive como un ser humano normal y que publicó este libro que se llama El Lobo del Wall Street (que se transformó en esta película) Pero la última imagen que nos llevamos de Belfort en la película, es la de él enseñando cómo vender una lapicera, como lo había hecho al principio de todo con Donnie antes de fundar la empresa y de que todo este rollo empezara. Es decir, el personaje volvió. Todo sigue igual. No se arregló nada, ni nadie entendió lo que siempre estamos acostumbrados que hay que entender. No hay conciencia ni hay quien venga a poner el orden o a imponer la norma de lo correcto. La inconsciencia reina, y por eso duele e incomoda tanto desbunde, sin nadie que se detenga melancólico a reflexionar sobre cuán mal estamos y cuánto añoramos un trabajo normal, una familia normal y una linda casa. Porque en el fondo estaríamos mal de todas formas, porque el problema es otro.
Así y todo, logra subirse al auto para ir a matar a Donnie. Con el cuerpo casi inmóvil logra arrancar el auto y chocar apenas un basurero, meterse en un jardín, pasarse una roja, nada que le impida llegar en definitiva. Cuando llega el show continúa y entre otras cosas tiene que sacarle una feta de jamón de la garganta a Donnie (bajo el mismo efecto), arrastrándose ya en el colmo de su estado por un poco de cocaína que lo vuelva a la vida, y cuando la logra tomar, termina por salvar al tipo que había ido a asesinar. Pero volviendo al auto. A la mañana siguiente aparece el FBI y Belfort no entiende. Nosotros tampoco porque vimos lo mismo que él. Con problemas y todo, habíamos llegado hasta casa, sanos y salvos sin causar mayores problemas. Entonces los agentes le/nos muestran el auto en el que había llegado estacionado afuera absolutamente hecho pedazos, y enseguida un flashback nos muestra el verdadero trayecto que fue una demencia. Esa es la consciencia en su más puro estado, que no es otra cosa que la falta de la misma; el Belfort destructivo –a esta altura- es consecuencia de la droga, pero su estado general no lo es y es igual o peor de destructivo, aunque a otros niveles; no rompiendo postes, arruinando vidas. Eso es lo que hace Scorsese con esta historia, la lleva al límite para decirte que no hay límite. Porque no es resultado de nada, sino que es consecuencia de la naturaleza -inevitable o no- del individuo de turno.
Los personajes de Scorsese siempre terminan donde empezaron. Es algo clave en sus películas y funciona como un esquema del relato (como una excepcion a esta regla -tal vez haya otras- esta El Rey de la Comedia). No se refiere a eso de que “todo vuelve”. El eje más bien es que “todo esta
Scorsese ha sabido retratar siempre las personalidades adictivas y compulsivas. La cocaína para Belfort, el antihéroe de El Lobo del Wall Street (Di Caprio), resulta de la insatisfacción de la riqueza y del lujo, e intenta llenar un vacio que es casi como un veneno y que él como el resto de los personajes, son absolutamente incapaces de constatar y mucho menos de sortear, con o sin droga mediante. Pero sin lujo y sin riqueza también existe la droga, porque en definitiva provee a quien la consume de una realidad que no tiene, efímera e inexistente, de un placer que no obtiene por otro medio, con resultados tan evidentes como devastadores. Pero a Scorsese (que pasó bastante leso por la cocaína) no le importa esa visión. Belfort usa la droga como las señoras de Sex and the city usan el sexo, o como una señora promedio de la vida real ve los chimentos.
Por necesidad, pero sin la moral de por medio que tiende siempre a arruinar las cosas.
De esto deriva El lobo del Wall Street, que es una película enfermiza en el mejor sentido posible de la palabra si lo tiene. No hay moral. Los únicos que vienen a poner un poco de orden son unos agentes del FBI que llegan medio tarde y que terminan por cerrar el asunto (aunque Scorsese se guarda una última escena para que nadie se vaya en paz) y el resto es de un éxtasis encantador y desolador. Hay una escena que a mi criterio describe en parte la esencia de la película. (Y ahora voy a intentar ser lo más literal posible porque describir una película me parece una tarea tan necia como imposible): Donnie Azoff (Jonah Hill), que es amigo de Belfort, consigue unas pastillas que no se hacen más desde hace tiempo y que te dejan una locura interminable, pero que tienen la particularidad de ser muy viejas. Deciden tomarlas en casa de Belfort (toman unas muy parecidas todo el tiempo de a tres o de a seis) Se sientan en un sillón en plan medio ritual y cada uno se toma una. La tragan y pasa un rato. No les pega. Se toman otra. No pasa nada y tragan otra. Y luego otra y así se terminan bajando el frasco y sigue sin pasarles nada. En determinado momento, cuando los dos ya asumieron la inefectividad de las pastillas, Belfort (Di Caprio) recibe una llamada. Como su teléfono está intervenido por el FBI se va de su casa y en un teléfono público se entera de que mandaron preso a su dealer por culpa de Donnie (Jonah Hill). En ese preciso momento las pastillas deciden hacer efecto y estallan y el resultado es devastador, se le tranca la lengua y no puede hablar, el cuerpo parece que se le derrite y no puede hacer más que arrastrarse en el piso.
El lobo del Wall Street / The Wolf of Wall Street
Año: 2013
País: Estados Unidos
Director: Martin Scorsese
Guión: Terence Winter, basado en un libro de Jordan Belfort
Con: Leonardo DiCaprio, Jonah Hill, Margot Robbie, Matthew McConaughey y Rob Reiner.