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La Gran Belleza

La película estreno que hizo sensación para los cinéfilos y para los amantes de Fellini y todo el buen cine existente, que hasta hizo saltar a los siempre bien dispuestos oportunistas de la academia quienes le dieron un premio, y además la mejor de este mes.

los va agarrando y va armando lo que mejor pueda con los que seguirán viniendo esta historia. Esta forma de montaje es puro cine, pero es también señal de una película que no necesita de otra cosa que de ese cine puro para decir lo que tiene que decir.

 

El gran cine.

En cuanto al aspecto literario de La Gran Belleza el panorama es amplísimo. La película realmente tiene de todo. Porque habla de todo y porque muestra de todo. El retrato de este hombre es amplísimo al punto de que se habla de su pasado, del pasado como cosa en sí misma, se habla de su presente del personaje y del presente de Roma, se habla y se burla del arte, al tiempo que se va tejiendo un retrato de casi todos los personajes por más mínimos que sean en la trama. De hecho, me de la sensación de que ponerse a interpretar lo que sucede es aceptar que van a ser ignoradas una cantidad de cosas. El buen cine, las grandes películas, ¿no son acaso aquellas en las que las palabras sobran? ¿El gran cine no son aquellas obras en las que su lenguaje está de tal forma arraigado al cine como arte que solamente puede ser explicado mediante la obra misma?

 

Contradigámonos.

Hay un aspecto desgarrador que atraviesa toda la obra y es la historia del primer amor de Jep. Él la busca constantemente aunque sabe que no la podrá encontrar. Parecería que toda su pena esta allí, en ese primer amor que ya no está y que ya no es posible. Hay todo un misterio que es el que se encarga de hacer que –narrativamente- ese amor efectivamente atraviese, como dije, toda la película (que no es necesario revelar aquí), y es el que de alguna forma da sentido a la imagen de ese recuerdo, el que nos hace entrar en el pensamiento de Jep, en su visión de ese primer amor o en lo que él siente al pensarlo, que no es nada más ni nada menos que el recuerdo de la primera vez que hizo el amor con ella (y la primera vez para él). Es ese misterio lo que le da volumen y profundidad a ese recuerdo. Y él cae sobre el recuerdo de ella constantemente en puntos clave en la película. Pero ese primer amor es mucho más que una mujer y mucho más que la iniciación sexual. Ese primer amor lo es todo para Jep porque le trae su juventud, porque le trae aquella Roma que tanto añora, porque le recuerda haber estado enamorado. Pero ese primer amor es también su primera novela, la primera y la única. Él incluso en un momento dice que no volvió a escribir porque nunca había vuelto encontrar una gran belleza. Desde luego, la gran belleza no es solamente aquella chica, sino que es también mucho más. Es la inocencia, la pureza, la libertad de ver un mundo y odiarlo sin tener que usarlo de ningún modo. Gozar de la belleza y reírse del resto. Jep ahora adulto esta disconforme y se la pasa buscando la forma de volver (la escena en la exposición de fotos es genial con esto), o tal vez sencillamente le duele el recuerdo.

 

Lo interesante es que no se pone ninguna actitud en cuestión ni al propio Jep porque es un sincero retrato y porque no busca ser un ejercicio de moral. Como alguien me dijo después de ver la película: hay dos clases de grandes artistas, los que se encierran y los que viven la vida que vive Jep aunque –como él- detestan la falsedad y la miseria del mundo.

Por ejemplo; al comienzo hay una fiesta al aire libre en una azotea, que abre con una chica en primer plano que grita desaforada: empieza la música y está altísima (para ellos y para nosotros), todos bailan exageradamente. Hay toda una actitud grotesca (justificada, pues debe ser así) en los personajes que empiezan a aparecer de a poco mientras bailan. Hay mucha desnudes disimulada en los vestidos de las mujeres. Se filman los rostros de los que bailan en primer plano. Se muestran mujeres que bailan desnudas atrás de un vidrio. Se huele alcohol y se huele el olor a puchos, el olor a perfume mezclado con humo en la ropa. Y además de la música y gritos, escuchamos constantemente a un tipo que le dice a una mina que baila encima de una especie de barra; “te voy a coger”, una y otra vez. Se traduce todo entonces en una sensación de éxtasis puro. Lo que en otra película quedaría allí: gente adulta en –pongamos- Las Vegas, bailando desaforada, divirtiéndose, en La Gran Belleza se empieza a desmoronar de a poco. Progresivamente el éxtasis de los que bailan se vuelve vacio, falto de algo. Todo es cada vez más violento. Lo interesante es que nadie lo dice. No se muestra ninguna miseria. Todas las actitudes parecen medianamente aceptables al punto de que no se muestra –por ejemplo- a la típica chica tomando cocaína y luego con el rostro demacrado, cosa de que el espectador diga; ah claro, son un desastre, se divierten a costa de que están re drogados porque son personas en el fondo amargas y tristes. No, no, nada de eso. Vemos personas en una fiesta que no distan mucho de las del casamiento de la tía de cualquier mortal. El asunto esta entonces en la forma en que bailan, en el vestuario, en el comentario constante de “te voy a coger”, en la expresión de los rostros que se maquillan y que se iluminan a propósito para ser vistos con total claridad. O tal vez, sencillamente, en aquello de que el pensamiento del director inmediatamente se traducen en la escena cuando este agarra la cámara. De una u otra forma, en La Gran Belleza se nos adentra en ese mundo –el de ciertos artistas mezclados con modelos intelectuales y empresarios en Roma- para luego hacer un viaje largo por sus entrañas. Y en definitiva todo este escenario suma a esa sensación que se debe generar en el espectador: la incomodidad se empieza a sentir en el aire y en un momento la música se enlentece y la imagen también, y de una fila de baile sale Jep, mira a la cámara y se prende un cigarro. Jep será el principal, el disconforme, y en este momento se aclara totalmente lo que veníamos ya viendo desde antes.

 

Que hable el cine.

Sorrentino hace algo muy interesante con La Gran Belleza que es saltar de un lugar a otro y por momentos es imperceptible y en otros es clarificador. Un ejemplo burdo; en la genial escena en que esta una muchacha haciendo su “performance” en la que se golpea la cabeza contra una pared, tiene la entrepierna desnuda pintada de rojo con una martillo y una oz y les dice a todos que no los quiere, el contraplano del público es sencillísimo; alguna gente sentada en sus manteles sobre el pasto. Cuando es momento de aplaudir todos lo hacen entusiasmados menos Jep que aplaude sin ganas. El pensamiento entonces fue traducido al espectador: qué mierda. Y lo siguiente es Jep entrando a una especie de carpa a conversar con ella y entendemos que esta allí por una entrevista, y el sentido de él allí ya está dicho, el sentido como razón y como resultado de la forma en que él se para frente a ella, con cierta burla y hartazgo. O un ejemplo más complejo: está Jep con una chica en la cama. Hablan y ella le dice que esta enferma. Posteriormente Jep se va y trae el desayuno. Cuando entra vemos un plano de ella absolutamente inmóvil, con los ojos abiertos, sin mover un pelo, cual si estuviera muerta. Jep la observa, le habla y la chica; nada. “Traje el desayuno”, dice y ella sigue inmóvil. Jep la mira e insiste un poco más y en un momento ella pestañea, le agradece y actúa como si nada. Jep se acuesta en la cama con ella, ambos boca arriba. Jep le pregunta si puede ver el mar en el techo. Ella le contesta que no. Vemos entonces el techo blanco y luego a Jep que la mira de costado: esta muerta. Murió al comienzo cuando Jep trajo el desayuno, y el resto -cuando se despierta- fue solo una forma de decirlo. De hecho, como si no quedara claro, lo siguiente que vemos es al padre de esta chica en un bar, comiendo solo, y alguien viene y le dice que lamenta lo de su hija. Pero, de nuevo, no subraya, no es necesario. Tira los datos como pequeños hilos y uno sin mucho problema

Paralelismo con Godard.   

Alguna vez Godard contó que antes de estrenar Sin Aliento, en determinado momento después de haberla rodado y ensamblado se la mostró a George de Beauregard –el productor- quien le había dicho que era muy larga (duraba dos horas). Godard entonces cuenta que se sentó nuevamente frente al guión y comprobó que no podía sacar ninguna escena, que no podía reducir la historia. Entonces fue y le comentó a Jean-Pierre Melville: “no puedo acortarla, no le sobra nada”, a lo que Melville en su rol de “profesor de los muchachos” le sugirió: “cortá entonces las cosas que sobren dentro de las escenas”. Godard fue y se sentó una vez más frente al film y comprobó que había cantidad de segundos sobrantes, cantidad de cosas que no eran sustancialmente necesarias. Así que agarró unas tijeras y se puso a cortar segundo a segundo lo que sobraba en las mismas escenas, los movimientos inútiles, subidas de escalera innecesarias. Y así con esta anécdota justificó ese “montaje frenético” que había resultado en la película. De una forma u otra dejó algo en claro: que a esta altura en el cine hay cosas que el público puede asociar fácilmente sin la necesidad de mostrar todo (“a esta altura" refiere a 1959, hoy ya debería ser un hecho). Por eso tal vez la “rapidez” de aquella película. Y por eso tal vez la “lentitud” de otras, esas en las que la mujer se va a ir de la casa y entonces; la vemos ir hasta la puerta, luego otro plano muestra que saca las llaves, que las mete en la cerradura, gira y abre, y luego otro la muestra de espaldas que vuelve a meter la llave, cierra la puerta, se la guarda en la cartera para lo cual tiene que abrirla y después cerrarla, claro, y ahí, finalmente empieza a caminar y va y se encuentra con su ex marido que era la razón por la que había salido de la casa. ¿Por qué no vimos al ex marido antes? Por la necesidad de la justificación. La necesidad de mostrar que la mujer abre y cierra la puerta para que nadie piense que es capas de atravesar paredes si sencillamente se la muestra parándose del sillón y luego con el ex marido. Godard en 1959 entonces dejó en claro algo que ya muchos sabían; que hay que mostrar lo que es necesario para la película y el resto es relleno. (Pienso que muchas películas de dos horas se volverían cortometrajes si Godard fuese el montajista) Lo enunció incluso de una forma más concisa y compleja más adelante: “el gran problema del cine me parece que es (…) ¿dónde y por qué comenzar un plano y dónde y por qué terminarlo?”

 

¿Cuánto pesa una película?

Pero veníamos a hablar de La Gran Belleza y empiezo a pensar que poner en el mismo plano a Godard y a Paolo Sorrentino, el director de esta película, es imposible. Sorrentino indefectiblemente, al menos en esta película, cabe en el plano con obras de mayor magnitud en cuanto a peso -no en kilogramos pero casi-. Películas las hay de gran porte y de menor porte. Godard es menor porte por ejemplo. No menos mejor o menos genial, pero las imágenes de Fellini –por ejemplo- pesan más. Las de Antonioni pesan incluso más que las del anterior y… ¿cuánto pesan las de Tarkovski? No importa, la relación aquí se establece en ese sentido del plano: es aquello que es necesario mostrar, y en La Gran Belleza está más que claro y lo hace sin tener que subrayar ni poner en evidencia nada.

 

A lo que voy ahora con lo del “peso”: Sorrentino muestra un mundo cargadísimo, donde nos hace ver que desde el primer plano hasta la última cosa fuera de foco en la profundidad de la imagen, todo, es a gusto. Se nota desde el maquillaje que tienen todos los actores, más el que llevan los propios personajes. Se ve en el cuidadísimo vestuario, en los escenarios (donde reside gran parte de ese peso), en la posición de la cámara, en la pose de los intérpretes, en cómo fuman, en cómo hablan, en cómo se abrazan y cómo se miran, en las cosas que dicen. Sorrentino muestra cómo mostrar. Explica todo sin palabrerío y sin dar vueltas. Porque ya sabe qué personaje implica qué cosa; aquel esta frustrado, aquel no coge, aquel se la cree, aquel es un imbécil, este esta disconforme. Después todos bailan juntos y se dispersan y son una suerte de misma especie. Pero Sorrentino no va e investiga con la cámara sino que nos hace ver como el propio personaje se desnuda frente a ella sin querer, con el simple recurso –creo yo- de llevar al público con el protagonista, incluso antes de que aparezca, desde su pensamiento.

OTROS

ESTRENOS

La Gran Belleza

de Paolo Sorrentino

La Gran Belleza/La Grande Bellezza

Año: 2013

País: Italia

Director: Paolo sorrentino

Guión: Paolo Sorrentino, Umberto Contarello

Música: Lele Marchitelli

Fotografía: Luca Bigazzi

Actuan: Toni Servillo, Carlo Verdone, Sabrina Ferilli, Serena Grandi, Isabella Ferrari, Giulia Di Quilio, Luca Marinelli, Giorgio Pasotti, Massimo Popolizio

 por Agustín Fernández 

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